Un tabaco seco es un tabaco perdido… o casi. Pierde aroma, se vuelve áspero y hace que fumar deje de ser un placer. Sin embargo, existen técnicas para devolverle la vida y recuperar buena parte de sus cualidades.
Métodos caseros
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Colocar una piel de manzana o una hoja de lechuga dentro del envase durante unas horas.
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Guardar el tabaco en un tarro con un algodón ligeramente humedecido, sin contacto directo con las hojas.
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Usar recipientes cerrados y controlar la exposición al aire.
Métodos profesionales
Existen piedras humidificadoras o bolsitas especiales que liberan humedad de forma controlada. En el caso de los puros, la solución definitiva siempre es el humidor, que mantiene las condiciones ideales.
El equilibrio justo
Demasiada humedad puede arruinar el tabaco, generar moho y estropear los aromas. El secreto está en devolver la frescura poco a poco, con paciencia.
En Entre puros y Tabaco solemos aconsejar que la mejor solución es la prevención: conservar siempre el tabaco en su entorno ideal. Pero si se reseca, estos métodos pueden ser la diferencia entre tirarlo o volver a disfrutarlo.
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